Renaciendo de las cenizas.
Sin embargo descubrí que el morir como una tuna no era lo más conveniente, por lo que decidí levantarme y caminar. Con un gravísimo esfuerzo, pues mis extremidades inferiores estaban completamente entumecidas, logré sobrepasar el frente del cementerio y a tan sólo una cuadra se hallaba un estanque de agua cristalina, que pensé que tal vez lo habían construído para situaciones cono éstas. Comprobé mi estupidez, pues por haragán había sufrido más de lo que debí. Seguí avanzando y hallé un salto de agua que se desprendía de una colina. Inmediatamente noté las luces que salían de detrás de ella y comprendí que para llegar al pueblo tenía que escalarla. Lo primero que se me ocurrió era lo más conveniente en esta situación, conseguir comida antes de emprender el viaje, y en los alrededores de la cascada había un sin número de árboles frutales que podía aprovechar para satisfacer mi necesidad. Las pocas píldoras que me quedaban las enterré en la arena; estaba en total y definitiva actitud de cambio. Tomé más reservas de alimentos para la marcha y comencé a trepar la infinita montaña.
Pasaron dos días y por fín llegué a Río Negro. Fué así como una amarga experiencia me hizo levantar de mis cenizas, como el ave fénix.
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